lunes, 24 de octubre de 2011

UNIVERSIDAD

Hace mucho, demasiado, que mis padres me dejaron en Granada un día de octubre para comenzar mis estudios universitarios. No se me olvidará la sonrisa que esbocé cuando se despidieron de mi hermano y de mí para montarse en el coche y volver al pueblo, quedándonos nosotros en Granada. Mi hermano me preguntó que por qué reía, y realmente no supe que contestar.
No es que no quisiera decirlo, simplemente no sé por qué sonreía. Dejaba mi casa y mi pueblo donde tantas cosas hice en mi infancia y tantas buenas experiencias había vivido, dejaba a mis padres y comenzaba la aventura de la independencia, ... en fin, muchas cosas que si las piensas lo único que no harías sería sonreír. Supongo que fue un poco como diría Barney: DESAFÍO ACEPTADO, vivir lejos de casa y hacerme un hombre de provecho.
Siempre he sido un chico independiente, la verdad, así que la adaptación a Granada no fue difícil. Además como suele ser normal no soy el único del pueblo que se iba a Granada a estudiar, también venían algunos amigos y la que por entonces era mi novia. Es cierto que Granada de Úbeda está a hora y media de viaje, de forma que desde que llegué a Granada hasta el día de hoy nunca he roto con mi pueblo, donde están mis raíces y donde aún hoy sigo disfrutando de alguna que otra afición y de mucha de su gente.
Volvamos a Granada. Tengo mi primer encuentro con compañeros de clase grabado en la memoria como si se tratara de ahora mismo. Sé donde fue, quien había y quien me contestó como si de ayer se tratara.
Pero al grano, que me enrollo mucho. A día de hoy estoy contentísimo de haber estudiado INEF (bueno, aún estoy estudiando) a pesar de que el futuro no es muy alentador. En mi facultad se solía respirar buen ambiente, de los mejores, con grandes compañeros que poco a poco se convertirían en buenos amigos. La verdad que mientras que la mayoría de estudiantes que conozco no guarda un buen recuerdo de su facultad creo que con mis compañeros y conmigo es al revés, ya que en la facultad hemos vivido momentos realmente geniales.
Estoy seguro de que el contenido de muchas asignaturas y los trabajos grupales que tanto se estilan en mi facultad tienen gran parte de la culpa del ambiente que allí se respira. Pongo un ejemplo ilustrativo: en la primera clase de la carrera de una asignatura que a priori no tenía un nombre demasiado llamativo (sobre todo para los hombres), Expresión Corporal, la profesora preparó una clase en la que todos acabamos bailando con todos, intentando memorizar nuestros nombres o apodos y disfrutando de lo lindo, ¡sólo en la primera clase!. Después de 5 años compartiendo contenidos similares además de juergas varias, creo que es normal que en mi facultad se forjen grandes amistades. Siempre lo digo y me reafirmo, me siento una persona con suerte en lo que concierne al terreno de la amistad (la verdad que intento sembrar para recoger). No queda bonito que yo lo diga, pero como creo que es motivo de orgullo lo comentaré: el día de mi graduación (en el verano de 2008) cuando me nombraron para recoger la beca de la facultad, mis compañeros me regalaron la ovación más grande de la noche y de mi vida (cada vez que me acuerdo sonrío).
En cuanto al profesorado y la materia de estudio en sí, hay de todo. Hay cosas que he estudiado que hoy en día veo innecesarias, pero nunca se sabe si en un futuro seguiré pensando igual. Con los profesores pasa como en todos sitios; los hay buenos, normales, y mediocres que están chupando del tarro de la universidad sin dar ni golpe. Siempre traté de quedarme con lo mejor de cada uno de ellos y de sus materias.
Fuera de la facultad lo he pasado bastante bien y he de decir que también he hecho buenos amigos. Algunos hasta son de mi pueblo, pero la vida tiene esa cosa que la hace genial y es que es una caja de sorpresas. He convivido con mucha gente, compartiendo vivienda, mesa, botella, guitarra, risas, vivencias, aventuras,... y por suerte sin darme cuenta me vi rodeado de gente que resultó ser una parte importante de mí vida con el paso del tiempo.
Pero no todo es alegría. Vine como un chico responsable y serio, pero que siempre intentaba reírse con la vida y que creía en mí mismo más que nadie. Y me voy pensando que soy todo lo contrario, un irresponsable inmaduro que mira la vida con miedo y que no sabe que puede hacer el día de mañana para ganarse un futuro. Supongo que es parte de la vida, cuanto más la conoces mejor sabes a lo que te enfrentas y quizás por ello muchas veces se pierden ilusiones.
Finalizo porque no me quiero extender. Lo iba a hacer con una breve descripción a la ciudad que me ha adoptado durante tanto tiempo, pero lo dejo para poder hacer una entrada en la que cuente como veo yo Granada.

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