
Recuerdo que a las 10:30 o 11 de la mañana lo más tarde ya estaba llamando a la puerta de mi amigo Juan Pablo para salir al patio, pillar una mesa (la cual no soltábamos ya hasta bien entrada la madrugada) y comenzar con las partidas de cartas. Conforme iban pasando las horas se iban uniendo a la partida mis dos hermanos, Raúl (el hermano de Juanpa), Joaquín "El Grande" (apodado así porque tiene el mismo nombre que mi hermano y él era el mayor de todos los que por allí nos juntábamos), Macarena y María Luisa (también hermanas), los tres hermanos Jaime, José, y David, y a veces también Nani. No me olvido de Cortijo, pero realmente él se iba a pasar los veranos a su chalet y no solía estar por el patio en esta época.
Como ya he dicho, pasábamos el día entre partidas de cartas, baños en la piscina e interesantes charlas. Vaya, a mí me parecieran interesantes entre otras cosas porque yo era el más joven de este grupo tan numeroso que he nombrado.
Llegaba la noche y el patio parecía cobrar más vida aún si cabe. Los adultos (vamos, nuestros padres) se salían a hacer lo que nosotros, entretenerse. Eso sí, ellos con cerveza en mano y correspondientes tapeos o bocadillos para cenar. Y nuestras madres (que son unas santas) preparándonos la cena para sacarla al patio y que cenáramos con nuestros amigos.
Y después de la cena solían llegar las charlas más interesantes y largas. Y ¡me acabo de acordar!, de los paseos que dábamos al parque todos juntos para sacar a Roco, un husky siberiano que tenía Joaquín el grande y que era un perro más que fabuloso (tanto por carácter como por bonito). Cuando volvíamos del paseo, no podíamos jugar a las cartas puesto que a las 12 de la noche se apagaban las farolas (sólo quedaba una encendida para que por lo menos viéramos un poco) y había que respetar un silencio para facilitar el descanso de mucha gente que a esa hora ya dormía y cuyas ventanas daban al patio. Raro era el día que nos acostábamos antes de las 3 de la noche. Recuerdo perfectamente como cuando querían hablar de algo que por mi edad no era conveniente que yo me enterara, empezaban a hablar de cosas paranormales (a las que les tengo mucho respeto) para que por mi propio pie cogiera y me subiera a mi casa a dormir (cagao de miedo).
Y bueno, por suerte para nosotros y nuestros padres, este grupo de chicos que nos juntábamos era bastante sano y en el patio estábamos muy controlados, lo que nos facilitaba a nosotros la diversión y a nuestros padres poder despreocuparse durante la gran mayoría del día de los problemas que acarrea la calle.
Me resulta imposible poder relatar todas esas sensaciones que vienen a mi memoria cuando me acuerdo del patio en el que me crié, pero lo he intentado un poquito y espero que me hayáis entendido. Hoy por hoy, en ese patio no queda casi nadie de los que por entonces estábamos (nosotros, por ejemplo) y no sé si a los demás les pasó como a mí, pero cuando mis padres compraron el piso donde ahora vivo y por lo tanto anunciaron que nos mudaríamos, no pude evitar que ante tantos recuerdos se me cayeran un par de lágrimas.
Que bonita tu entrada = )!!! Que lindo es recordar nuestra infancia y lo que solíamos hacer!!! Saludos!
ResponderEliminar