miércoles, 21 de septiembre de 2011

PERSONAS QUE MARCAN (I)


Voy a comenzar con una serie de entradas en las que hablaré de personas que te marcan en la vida. A todos nos pasa que conocemos o tratamos con personas, e incluso algunas que tan siquiera conocemos, que dejan huella en nosotros. De vez en cuando escribiré sobre alguna de ellas, y quien mejor para empezar que mi abuelo Manuel.
Desde que tengo uso de razón y hasta el día de su muerte, mi abuelo convivió en casa con nosotros, aunque por motivos que no vienen al caso y que eran de fuerza mayor, alguna que otra etapa la pasó en casa de mi tía. Pero por suerte pude disfrutar de él a diario durante una gran etapa de mi vida.
Tengo muchísimos recuerdos de su persona, aunque sinceramente y con la perspectiva que da el tiempo y la edad, me gustaría que fuesen muchos más. No puedo dejar de acordarme de sus historias sobre los años del hambre y la Guerra Civil Española en la cual tuvo que participar. Cada vez que hablaba de la guerra yo desconectaba, pensaba que esas historias no me interesaban, y ahora pagaría dinero si él estuviera aquí para que me contara al completo todo lo que en esos tiempo tuvo que pasar.
Tuve la suerte de compartir habitación con él durante bastante tiempo. Mi abuelo dormía en una cama nido que todas las noches yo le tenía que montar, puesto que tenía ya cierta edad y él no podía hacerlo (o tal vez sí, porque hoy pienso que solo me hacía montarla porque era una interacción diaria abuelo-nieto, un vínculo más de los muchos que podíamos tener y que hoy día me doy cuenta pero por entonces no tenía ni idea). Yo sin ningún tipo de problema dejaba todo lo que estuviera haciendo cuando llegaba el momento y le preparaba su cama. Es de las pocas tareas cotidianas que he realizado a lo largo de mi vida sin poner apenas una pega, y de esos pequeños detalles que se recuerdan con cariño.
Daba alegría a la casa, ayudaba a mis padres en las tareas siempre que podía, cuidaba de mis hermanos y de mí si era necesario porque mis padres no estuvieran, disfrutaba cuando le hacíamos compañía los días fríos de invierno que él no salía a darse su típica vueltecilla del día, y muchas cosas más que si relato no acabo en todo el día. -Eso sí, recuerdo que siempre que salía a dar una vuelta y echarse una ligailla con sus amigos nos traía a su vuelta a casa un poquito del revuelto de frutos secos que le ponían en el bar para acompañar el vinillo (como él decía) que se había tomado.
Mi infancia la pasé en una comunidad de vecinos en la que éramos como una gran familia. Digo esto porque para los vecinos él era también uno más. Cuando llegaba las noches de verano de darse su paseo y los vecinos lo veían entrar al patio, siempre comentaban ¡ya está aquí el abuelo!. Todos los vecinos le tenían un gran aprecio, realmente creo que todo el que lo conociera un poquito se lo tendría, porque era una de esas personas que dejan huella, la bondad personificada y con la sabiduría que dan los años. El día que murió todos perdimos en la comunidad un poquito de la esencia que había por aquel lugar.
Era un gran aficionado del Real Madrid y disfrutaba de sus triunfos así como sufría por sus derrotas. Se desvivía por sus hijos y sus nietos. Amaba su tierra, la cual tuvo que abandonar, aunque mantenía su casa y la visitábamos frecuentemente. Por cierto, una casa en la qué también hemos pasado muy buenos ratos casi toda la familia en conjunto (cuantos recuerdos que creía olvidados me están llegando ahora mismo).
Mi último recuerdo que guardo con él lo tengo grabado como si fuera ahora mismo. Llegaba yo de clase esperando encontrarlo mejor que la noche anterior (recibió la extremaunción) en la que el pobre estaba bastante mal. Lo encontré en mi cama con una vecina dándole la mano, le dí un beso y mi madre le preguntó: ¿quien es Papa?. Mi Antoñete, contestó él que apenas y podía hablar. Dos horas más tarde murió. Esa fue su despedida hacia mí y que jamás podré olvidar.
Donde estés, te echamos de menos (yo desde luego me acuerdo mucho de ti). Y si hay algo después de la muerte seguro que estás junto a la abuela en un buen lugar porque vosotros lo mereceis. Con cariño, tu Antoñete.

2 comentarios:

  1. Me encanta esta idea que has tenido de escribir sobre una persona especial.
    Me has emocionado con este post, que irónica es la vida, cuando eres pequeño muchas veces no entiendes nada de lo que dicen los adultos, pero de pronto un día creces y aquello que te han dicho, no sé como, sigue grabado en tu mente y comienzan a encajar las piezas. Lo malo es que a veces dan ganas de retroceder el tiempo para haberlo entendido todo antes.
    Al margen de lo anterior, me encantan las historias de abuelos, yo también viví con mi abuelos durante parte de mi infancia y tengo muy buenos recuerdos de ello. Por desgracia, mi abuela ya no está pero mi abuelito sí y compartímos un gran lazo, lo malo es que vivimos en países distintos.
    Definitivamente no hay amor como el de un abuelo = ).
    Un besito!!!

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  2. Perdona por no contestar antes, pero he estado ocupaillo. Desde luego que lo que te da un abuelo es difícil de encontrar en ninguna otra parte.
    Estoy reactivando el blog, espero verte por aquí.

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